El libro Colombia adentro. Relatos territoriales sobre el conflicto armado. El campesinado y la guerra pertenece al tomo territorial del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.
Dirigido por Tania Esperanza Rodríguez Triana, con Leonardo Heladio Salcedo García (líder de la investigación) y Carlos Erin Quesada Tovar como investigadores.
¿Cómo es el campesinado colombiano?
El campesinado colombiano trabaja la tierra con azadones, machetes y rulas; pesca con atarrayas y chinchorros, navega en piraguas, chalupas y motores rápidos; busca un golpe de suerte en los profundos socavones o con sus bateas a las orillas de los ríos haciendo minería de aluvión.
Prepara la cancharina, el sancocho, las arepas, las hallacas o los tamales; cocina en fogones de leña y ollas de barro o de acero. Celebra al son de joropos, vallenatos, sanjuaneros; baila bambucos, cumbias, sayas y bullerengues.
Las personas y comunidades campesinas en Colombia son agricultoras y ganaderas de doble propósito –para ordeño y para sacrificio–, en pequeñas o medianas unidades pecuarias; son criadoras de gallinas, chivos, cabras, patos, cuyes y otras especies menores.
Son también jornaleras o trabajadoras en las grandes haciendas de las élites agrarias; son productoras de alimentos y llenan las despensas del país. Son cafeteros y cacaoteros; se dedican a muchas actividades agrícolas, en pequeña y mediana escala, con fuerte arraigo en la producción familiar.
Han accedido a pequeñas y medianas porciones de tierra dedicadas tanto a la cría de ganado como a los cultivos de pancoger; las actividades ganaderas se hacen en compañía de otros pequeños y medianos productores, e incluso a veces con grandes ganaderos; combinan su labor con tareas como jornaleros, caporales, vaqueros, arrieros, cabestreros, partijeros y vegueros en fincas de patrón o en asocio con vecinos. Cuando han recolectado hoja de coca, se les ha conocido como raspachines.
Algunas de sus problemáticas
Al campesinado colombiano lo explotaron, persiguieron y criminalizaron a lo largo del siglo XX, y esto continúa hoy en día. Ha estado empobrecido y conoce de cerca el rostro de la miseria: en 2020, más del 90 % de la población rural estaba en condiciones de pobreza o vulnerabilidad y la indigencia era tres veces mayor en las zonas rurales que en las principales áreas urbanas.
Muchos han huido de la pobreza y los malos tratos de los patrones, de las haciendas donde eran peones, arrendatarios, aparceros, terrazgueros. Otros han escapado de la certeza de la precariedad para buscar el esquivo sueño de ser propietarios.
Por necesidad, han cultivado coca, marihuana o amapola, y han sido perseguidos por el Estado debido a estas actividades, a pesar de ocupar el eslabón más débil en la cadena del narcotráfico. Han sido presionados por guerrillas, narcotraficantes y paramilitares que imponen órdenes violentos de gobierno territorial y socavan la autonomía alimentaria de las comunidades con el monocultivo de las plantaciones declaradas ilícitas.
Las violencias
De los 10.606.125 millones de hechos victimizantes reconocidos en el Registro Único de Víctimas, 4.827.550 millones afectaron a campesinos o campesinas. Este dato es estremecedor, pues indica que al menos el 45,5 % de las violaciones de derechos humanos que se han registrado en esta base de datos victimizaron al campesinado.
La situación es particularmente grave si se ven hechos victimizantes como el desplazamiento forzado, donde de las 8.774.374 millones de víctimas que han sufrido este flagelo, 4.021.869 millones son campesinas; esto quiere decir que el 45,8 % de los desplazados registrados son campesinos. Sin embargo, en términos generales, los campesinos y campesinas son más del 45 % de las víctimas registradas en 8 de los 16 hechos victimizantes documentados.
El campesinado ha sido la principal víctima del conflicto armado. Los territorios campesinos fueron los escenarios de la guerra y las comunidades campesinas fueron las víctimas generalizadas de la confrontación.
Los repertorios violentos de los actores armados pusieron a los campesinos en situación de vulnerabilidad económica, de exclusión política y de disminución simbólica. Algunos combatientes recurrieron a la estigmatización, a la criminalización y a otras formas de desconocimiento del sujeto campesino para justificar la victimización del campesinado; no obstante, también sucedió lo contrario: otros justificaron su acción violenta desde la supuesta defensa del campesinado y sus intereses.