Es fácil avanzar siguiendo la corriente. Pero es más satisfactorio lograr cualquier avance remando a contracorriente. Como nos ha tocado en el campo de la salud pública -SP- en Colombia desde la vigencia del actual sistema de salud.
En tres días consecutivos del pasado mes de mayo tuvieron lugar sendos eventos, que evidencian la vitalidad de la SP en el país, en contravía de la Ley 100 de 1993. El miércoles 18 el ministerio de salud divulgó los resultados del estudio sobre salud y envejecimiento, realizado por las universidades del Valle y de Caldas, y comentado en la pasada columna. Al día siguiente la universidad del Rosario inauguró su nuevo programa de maestría en SP. Y el viernes 20 se creó la Asociación Colombiana de Salud Pública. Es decir: a pesar de los pesares, en Colombia se sigue investigando, enseñando y organizando en salud pública.
No son hechos aislados ni una primavera fugaz. Desde el mismo momento en que se expidió la citada ley, empezaron las movilizaciones en su contra y en defensa del derecho a la salud, de la red hospitalaria y de las condiciones de trabajo en el sector. Una investigación rigurosa demostróya que entre 1994 y 2010 se registró en promedio una acción de esa naturaleza cada cuatro días. Jamás el país había visto tal cantidad de movilizaciones masivas por la salud como las que se dieron en el primer semestre de 2010 en contra de la denominada “emergencia social en salud” del gobierno Uribe Vélez, y después en el 2012 y 2013 por un cambio de fondo del modelo. Las primeras, con el espaldarazo de la Corte Constitucional, lograron derrotar la nefasta iniciativa uribista, y las segundas lograron que se aprobara en 2015 la Ley Estatutaria en Salud y se hundiera la iniciativa de ley ordinaria del gobierno que pretendía consolidar el sistema vigente. En la actualidad se siguen fortaleciendo diferentes organizaciones sociales y populares por el derecho a la salud.
También ha habido avances significativos en la formación académica en salud pública, en especial a nivel de maestrías y doctorados. Después de una larga sequía en la que prácticamente sólo se mantuvieron los posgrados clásicos de las universidades de Antioquia, Nacional y del Valle, ha habido un surgimiento casi exponencial de maestrías en SP. En 2004 inició actividades el doctorado en salud pública de la Universidad Nacional, el primero en el área andina, ya acreditado, y cuya calidad está respaldada por 46 egresados con título de doctor/a, 21 de ellos con tesis meritorias y una laureada. Hoy contamos con tres doctorados en SP. En enero de este año la Universidad Javeriana inauguró en Bogotá su Instituto de Salud Pública. Y poco a poco van ampliando sus aportes los planteamientos de la salud colectiva y la medicina social.
Pero no sólo en la academia se piensa y se hace salud pública. En los últimos años se han dado pasos decisivos en participación social por la salud y el buen vivir, que son las formas en que se expresa la salud pública en la vida diaria de la gente. Pueden citarse entre otros: la consulta popular en Piedras, Tolima, para anteponer el derecho al agua a la minería dañina. La aprobación de la eutanasia y del derecho al aborto, al menos -por ahora- en tres casos específicos. Y el reconocimiento del tráfico y consumo de estupefacientes también como problemas de SP.
Nada de lo anterior pretende desconocer la grave situación de salud pública que seguimos padeciendo. Las muertes por desnutrición de los niños indígenas wayúu y las condiciones inhumanas de vida en el sector del Bronx, en Bogotá, son apenas algunas de las puntas de ese iceberg vergonzoso. Pero es saludable reconocer los logros a contracorriente, estimularlos y seguir trabajando en las tareas impuestas por la persistencia de viejos problemas, la emergencia de nuevos desafíos ambientales, científicos y globales, y la oportunidad de construir una sociedad en paz, con un sistema de salud novedoso, universal y equitativo.